El proyecto, presentado en medio de la puja
por los precios de los fármacos, busca aunar a los casi 40 laboratorios
públicos del país con el fin de contrarrestar las conductas monopólicas de los
grandes laboratorios privados.
“Hacer tus propios medicamentos es promover el desarrollo
nacional y adquirir soberanía”, asegura la diputada del Frente para la
Victoria, Carolina Gaillard, autora del proyecto de ley que propone crear una
Agencia Nacional de Laboratorios Públicos (Anlap) que nuclee a las casi 40
usinas de medicamentos que dependen de gobiernos provinciales y universidades
nacionales. La premisa del texto que ingresó la semana pasada al Congreso, con
la firma de una decena de legisladores oficialistas, es que el Estado “diseñe
la política de producción, investigación y desarrollo” de fármacos para evitar
ser rehenes de las conductas monopólicas de los grandes laboratorios privados
extranjeros, y al mismo tiempo promover la generación de mayor valor agregado
al trabajo científico nacional.
“Reconociendo la salud como un derecho humano, la producción
de medicamentos no puede dejarse exclusivamente en manos de privados, cuyo fin
es la rentabilidad”, explica Gaillard, quien sin embargo advierte que el
proyecto “no va en desmedro de los laboratorios privados, especialmente de los
pequeños y medianos, que generan puestos de trabajo y desarrollo científico al
país”, sino que plantea “darle un rol rector al Estado” para establecer
políticas y articular la labor de todos los laboratorios públicos. Los efectos,
como la producción local de precursores o la creación de nuevas patentes
nacionales, “van a terminar beneficiando a todos”, agrega la diputada.
La creación de una Agencia Nacional permitirá centralizar la
compra de activos de los laboratorios que dependen del Estado “para que el
sistema público gane mayor competitividad en el mercado”, lo que permitiría
formar precios de referencia, que hoy están en manos de los grandes
laboratorios, y producir medicamentos “huérfanos”, como se conoce a aquellos
que no generan rentabilidad comercial por tratar enfermedades que afectan a
cantidades muy reducidas de pacientes (menos de 5 cada 10 mil personas, según
las regulaciones internacionales). También permitirá avanzar en el control de
estándares de calidad de los medicamentos que se importan tanto como los que se
producen en el país.
El proyecto cuenta con la firma de una decena de
legisladores oficialistas, entre ellos la titular de la Comisión de Salud,
Andrea García; Carlos Raimundi, Jorge Rivas y Adela Segarra, e ingresó a la
Cámara baja el miércoles pasado, un día después de que el Gobierno ordenara a
los laboratorios retrotraer los precios de todos los medicamentos de venta bajo
receta a los valores de principios de mayo, bajo amenaza de cuantiosas multas.
La autora del texto explica que el proyecto es anterior y se hizo “sin saber
las medidas que iban a tomarse contra la cartelización de los laboratorios”,
pero que la actualidad “demuestra que es necesario avanzar en el sentido que propone la ley”.
La iniciativa aparece como la continuación de otros avances
que se introdujeron en los últimos años en materia de salud y producción de
fármacos. Por un lado, la ley de prescripción de medicamentos por su nombre
genérico, o ley de genéricos a secas, sancionada en 2002 cuando Ginés González
García era ministro de Salud de la presidencia interina de Eduardo Duhalde, y
ejecutada mayormente por el mismo funcionario durante el gobierno de Néstor
Kirchner. “La producción pública tuvo un lugar central durante la crisis de
2001, cuando abasteció a grandes sectores de la población que quedaron en
situación vulnerable cuando el Estado no tenía con qué pagarles a los
proveedores privados”, recuerda Gaillard.
Otro antecedente, más directo, es la ley 26.688, que declara
“de interés nacional la investigación y producción pública de medicamentos,
materias primas para la producción de medicamentos, vacunas y productos
médicos”. Esa norma, que nunca fue reglamentada, establecía que la autoridad de
aplicación era el Ministerio de Salud. El nuevo proyecto plantea, en cambio, la
creación de la Anlap como un órgano “que goza de autarquía y autonomía para
actuar”, y cuenta con un presupuesto propio, de forma tal que pueda tomar un
rol rector en el diseño, la implementación y coordinación de toda la política
de producción pública de medicamentos, algo en que la ley 26.688 quedó a mitad
de camino.
“El lobby de la industria de los laboratorios, para que no
se desarrolle el sistema público y poder seguir poniendo los precios que quieren,
es muy fuerte”, busca explicaciones Gaillard. Además de los diputados
oficialistas que rubricaron el proyecto, la iniciativa llega con el apoyo de
otros sectores vinculados con el área y que buscan contrarrestar la presión de
los privados: allí aparecen la multisectorial para la producción pública de
medicamentos; reconocidos profesionales como el titular de la cátedra libre de
Salud y Derechos Humanos de la Facultad de Medicina de la UBA, Claudio Capuano;
y Martín Isturiz, investigador principal del Conicet y la Redlab, que nuclea
desde 2007 a los laboratorios públicos y es el germen del proyecto de la Anlap.
Hay también un aspecto relacionado con la política regional
en la iniciativa: a través del Laboratorio Farmacéutico Conjunto de las Fuerzas
Armadas, que funciona bajo el paraguas del Ministerio de Defensa, se está
trabajando en la articulación en esta materia dentro del ámbito de Unasur. Allí
se busca fomentar los lazos de cooperación científica para trabajar en avances
conjuntos, aprender de experiencias como la de Brasil, que ha logrado a través
de la producción pública bajar los precios de los medicamentos, y abrir nuevos
mercados para los fármacos que se producen en los laboratorios nacionales.
Fuente: Página 12
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