lunes, 18 de mayo de 2020

Replanteos del modelo asistencial

Hubo dos intentos por superar la dispersión y desigualdad del sistema de salud: en los años '70 bajo el gobierno de Perón y bajo el gobierno de Alfonsín.

Por: Mabel Bianco y Aldo Neri




Claro, lo vemos en el incendio, que nos hace ver los errores pasados dramáticamente magnificados. Hablábamos de fragmentación del sistema de salud, de ineficiencia, de desigualdad, como si eso no sería responsabilidad de nosotros mismos. Lo atribuíamos al manipular de algunos financistas, o algunos sindicalistas preocupados por crecer en poder, o el interés político de algunas provincias o municipios que alimentan la disociación del servicio público de salud que padecen (federalismo mal entendido). 

En los últimos veinte años compramos la idea predominante de que era una responsabilidad familiar o laboral tanto la educación como la Seguridad Social, y dentro de ella la salud.

En realidad la responsabilidad laboral de la Seguridad Social fue de décadas atrás. El impulso divisionista fue muy fuerte en la historia argentina, ayudado un poco con la dispersión territorial, y modeló las instituciones nacionales. Las instituciones de salud no fueron excepción.

De ahí las provincias y algunos grandes municipios crecieron en su responsabilidad en salud, especialmente en los ´90.

Además el desarrollo de las obras sociales, marcadas por la desigualdad de cada sindicato, y la aparición de los prepagos, cuya clientela principal es la clase media de acuerdo la capacidad de pago de cada familia, que implica grandes diferencias. Y en el colmo de la privatización (¡oh, pobre Carrillo!) la unión de los prepagos y numerosas obras sociales terminó de completar las desigualdades.

El resto de población queda en el servicio público provincial o municipal, los muy pobres y sin trabajo formal, que asciende casi al 40% de la población.

Hubo dos intentos de superar la dispersión y la desigualdad: en lo años 70’, bajo el gobierno de Perón, el Sistema Nacional de Salud, Y bajo el gobierno de Alfonsín, el Seguro Nacional de Salud, en los 80’. El último aprovechando la experiencia del primero. La diferencia entre los dos implica que el primero (SNIS) fue más estatizante que el segundo, abriendo el segundo una puerta para el sector privado argentino, en expansión en esos años.

Ambos sistemas cuidaron que la ineficiencia y que la desigualdad no fueran marcadas. El resultado final de ambos gobiernos distaba mucho del proyecto original, por la influencia de los grupos de presión con intereses particulares.

Ahora llegó el COVID y las desigualdades en el sistema de salud se hacen evidentes. Por eso hubo que reconocer en una pandemia la salud publica es clave, pero no puede si está sólo preparada para atender a los pobres.

Sin embargo, ahora, es interesante que la gente valora y reconoce a la salud pública (dicen así las encuestas) y cuando todos los días a las 21horas los que aplauden, piensan en el hospital público y el SAME. Este es un indicio de que los argentinos queremos una salud pública como la soñó Carrillo, Oñativia y otros.

¿Nos servirá el COVID para buscar un nuevo intento de superar la desigualdad y buscar la forma de superar el divisionismo? ¿Serán los seguros provinciales, con una normativa común, basados en la asociación de los hospitales y centros de salud públicos y la obra social provincial la base para articular los servicios privados y las otras obras sociales? ¿Se abrirán los servicios privados para atender a los pobres? ¿La clase media y con mejor nivel económico se atenderá en los hospitales públicos ?

Estos son los interrogantes (más culturales que económicos) que se plantean. Porque los establecimientos públicos soportaron la demanda agregada por la quiebra del sector privado en la crisis de 2002. Nos alienta que el recurso humano ya existe en gran medida. ¿Pero lo aceptaremos o seguiremos prefiriendo las cortinas, o el deslumbramiento tecnológico a la calidad de atención?

Vimos como los modelos asistenciales que envidiamos se cayeron: el sistema de salud estadounidense, ni de países vecinos que privatizaron e implantaron modelos desiguales a niveles insostenibles.

Nosotros pensamos que la salud y la educación son servicios públicos no lucrativos, y un ingreso básico universal administrado por el estado, después del cual se paga impuestos, son la base de una sociedad democrática y equitativa.

La responsabilidad nos cabe a todos, pero es la política la que debe dar esa respuesta, interpretando el sentir de la población y moldeando las instituciones para que respondan a las necesidades de todos y todas.

Fuente: Clarín

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