El primer informe del Órgano de Revisión, que monitorea el
cumplimiento de la ley nacional de salud mental en los neuropsiquiátricos,
reavivó el debate con la comunidad médica sobre la norma.
Dudas y temores. La nueva ley nacional de salud mental
tiene, en la práctica, efectos colaterales. El más riesgoso es la indicación de
tratamientos insuficientes por temor a estar cometiendo algún exceso. Hace unas
semanas, en la sala de contención de terapia intensiva del hospital Borda, un
paciente le hizo estallar el globo ocular a otro de una trompada cuando le
aflojaron la sujeción por ese miedo. El joven estaba descompensado y, el día
anterior, había destrozado la guardia de otro hospital.
Las autoridades a cargo de monitorear el cumplimiento de la
ley niegan que exista "una actitud persecutoria" en la adecuación de
los centros para "garantizar el respeto de la dignidad y la capacidad
jurídica de las personas con padecimiento mental y, principalmente, de los
derechos humanos".
La ley, que se promulgó en 2010 y se reglamentó en 2013,
contempla la creación del Órgano de Revisión (OR) para "proteger los
derechos humanos de los usuarios de los servicios de salud mental". Lo
integran representantes del Ministerio de Salud de la Nación, la Secretaría de
Derechos Humanos, la Defensoría del Pueblo, el Centro de Estudios Legales y
Sociales (CELS), la Red Sur y la Asociación Argentina de Salud Mental (AASM).
El año pasado recibió 3407 comunicaciones de internación de
pacientes. La mayoría era de juzgados civiles. En uno de cada cuatro casos, el
paciente era menor. Hubo, además, 42 denuncias por incumplimientos: más del 90%
era por las condiciones de internación y el tratamiento. El 61,9% correspondía
a la Ciudad y el 19%, a la provincia.
Con esos datos y los de la unidad de letrados que asiste a
la Secretaría Ejecutiva del OR, éste dio a conocer su primer informe.
"Celdas de aislamiento. Electroshock. Niños contenidos física y
médicamente. Internaciones de años, sin revisión -indica el resumen difundido-.
Éstas fueron algunas de las situaciones de mayor gravedad relevadas en
instituciones públicas y privadas de salud mental durante el primer semestre de
2014. Su intervención logró visibilizar e impulsar el cese de estas
vulneraciones a los derechos humanos de los usuarios de estos servicios".
Las 33 páginas del documento original despertó la reacción
de entidades que representan a los especialistas involucrados. Y hasta enfrentó
judicialmente con el OR a la Ciudad y a la Asociación de Médicos Municipales
(AMM). La Procuración porteña presentó un recurso de inconstitucionalidad sobre
algunos artículos de la ley. La Justicia debe decidir la competencia, según
explicó el abogado de la AMM, Vadim Mischanchuk.
Los resultados del OR provienen también de las 200 visitas
institucionales y 86 monitoreos en 30 centros del país a cargo de su equipo de
letrados. Se incluyen, además, dos resoluciones que las asociaciones
profesionales rechazaron por considerar que avanzan sobre el acto médico. Una
prohíbe la terapia electroconvulsiva (TEC) o electroshock porque es "un
trato cruento, invasivo y degradante a la integridad personal" que el OR
equipara con un un elemento de tortura. La otra resolución establece que a toda
muerte en las instituciones públicas y privadas, aunque sea por causas
naturales, será "de causa dudosa".
Los profesionales argumentan que el OR se excedió en sus
atribuciones al pasar por alto la responsabilidad de los médicos de certificar
la muerte -exige judicializar todos los decesos- y decidir sobre un tratamiento
sin tener en cuenta la evidencia científica o las recomendaciones
internacionales.
Los argumentos del OR recaen en los tratados y la
jurisprudencia sobre derechos humanos. "Justamente, y por eso, hay tanto
debate y tanto cuidado ético en la intervención para no exceder ninguna función
que no sea propia -dijo María Graciela Iglesias, secretaria ejecutiva del OR-.
De ninguna manera es entrometerse ni afectar la capacidad [de actuar] de los
profesionales intervinientes, y mucho menos en un tratamiento. Pero sí en lo
que es el funcionamiento del sistema con centro en la persona. Para nosotros no
es un paciente, sino un usuario de servicios de salud mental."
En en su oficina del séptimo piso del Ministerio Público de
la Defensa, en el centro porteño, agregó: "Es cierto que en algunos casos
hay que recurrir a medidas extremas, pero en la mayoría, y esto lo dicen los
profesionales, las personas quedan internadas porque no tienen lazos sociales,
trabajo, redes de contención. Algunos pacientes nos dicen «Acá hay que sentarse
a esperar las canas»".
La Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA) y la
Asociación Argentina de Psiquiatras (AAP) criticaron el informe. La APSA
rechazó la prohibición de utilizar el electro- shock: "Se compadece más
con panfletos antipsiquiátricos de la década del 70 que con un documento basado
en los más elementales conocimientos de la bibliografía mundial sobre su
aplicación y sus usos específicos".
Junto con la AMM, se oponen a que todas las muertes en los
hospitales psiquiátricos sean "dudosas". Esto, para la APSA,
"desconoce a las instituciones monovalentes de salud mental como parte del
sistema de salud y las homologa con las cárceles". El presidente de la
AAP, Néstor Marchant, opinó: "Esto se suma a una persecución general sobre
los hospitales neuropsiquiátricos, los trabajadores de la salud mental y, en
definitiva, contra los enfermos mentales".
Conocer la cantidad de personas con trastornos mentales
institucionalizadas en el país no es fácil. Hasta para el propio OR: estima que
serían unas 20.000. En Políticas públicas de salud mental, que la Dirección
Nacional de Salud Mental y Adicciones publicó hace dos meses, no aparece esa
información, pero sí que, a 2011, el tiempo de internación en los hospitales
psiquiátricos superaba siete veces al de los generales.
El OR diseñó una herramienta de monitoreo y la puso a prueba
en cinco centros públicos y privados: los hospitales Braulio Moyano y José T.
Borda, el Instituto de Psicopatología Nuestra Señora de Luján, la Comunidad
Terapéutica Gradiva y el Instituto de Salud Mental Buenos Aires. Detectó
"un incumplimiento de los estándares de salud mental", "la
continuidad del engranaje depositario" y "confusión entre el modelo
anterior y actual" de atención entre los trabajadores.
"Se concurrió tres veces a cada lugar, separado en el
tiempo, y dictamos resoluciones -detalló Iglesias-. Se les otorgó un plazo para
la adecuación. Los hospitales públicos no contestaron y por eso lo informamos a
las autoridades porteñas."
Las autoridades del Moyano le pidieron al Ministerio de
Salud porteño que tomara posición, mientras que las del Borda respondieron por
escrito: "No obra en los registros de este hospital la concurrencia de los
representantes del OR en las fechas indicadas; tampoco existe registro en las
historias clínicas de los «usuarios» (o pacientes, en tal caso, porque se
desconoce a quienes se hace referencia) del Servicio 30 [de Admisión], de las
entrevistas realizadas, sin poder acreditar esta circunstancia".
Las visitas, de acuerdo con el OR, fueron el 4 de febrero,
el 4 de julio y el 6 de agosto del año pasado. Concurrieron "el equipo
técnico interdisciplinario y los abogados".
El director del Borda, Ricardo Picasso, aseguró que el OR
concurrió "excepcionalmente". Los que más los visitan son los
abogados. "Conmigo -indicó-, las autoridades tuvieron un par de
entrevistas en tres años. Y los letrados, cuando vienen, no piden permiso, no
se presentan. Van directo a los servicios, donde hablan con los pacientes, los
familiares, los enfermeros o los médicos. Hasta supervisan tratamientos. No se
nota una formación en psiquiatría o psicología. Vienen con la ideología con la
que los mandan a actuar. No tienen la apertura necesaria para cuestionar y
esperar la respuesta que, a la vez, los cuestione, como sucede en el
pensamiento científico. Vemos que todos los profesionales del OR no tienen
conocimientos idóneos y ellos creen tenerlos. Esto es aún peor."
Los abogados denuncian, por ejemplo, que en las habitaciones
del Servicio 30, que es la terapia intensiva del hospital, faltan muebles para
las pertenencias de los pacientes y "puertas" en las duchas; que hay
ropa apilada en el piso y que los pacientes desconocen los tratamientos o que
no prestan su consentimiento informado. También, que los familiares no pueden
acompañar a los pacientes fuera del horario de visita ni que éstos tengan su
DNI. Cuestionan el uso de fármacos inyectables solamente en los primeros días
de internación y dosis altas. Iglesias aclaró que "en ningún momento el
problema es con los profesionales" y negó "una actitud
persecutoria".
Para el subdirector del Borda, Daniel Cichello, "no es
sano" decirle a un paciente con un estado mental alterado "que está
muy medicado. Y los abogados se lo dicen a los pacientes, pero no al médico
tratante. Lo informan meses después. Eso es interferir con el
tratamiento".
Alejandro Jorge, jefe del Departamento de Urgencias y
presidente de la filial Borda de la AMM, planteó: "Porque los familiares
tengan media hora a la mañana y a la tarde para visitar a un paciente
descompensado que está en terapia intensiva, en una cama cubierto, desnudo
abajo y contenido, ¿estamos violando sus derechos humanos? No, lo estamos
cuidando. Y no pueden decir que estamos violando los derechos humanos porque se
les vendría la medicina encima. Entonces, se aferran a la cuestión
social."
Otro de los conflictos en la práctica es, para Jorge,
notificarle al OR las internaciones involuntarias en las primeras diez horas.
"La característica de ese tipo de internación es que exista un riesgo
cierto o inminente para sí o terceros. Y eso es adivinar porque no es lo mismo
que la peligrosidad para sí o terceros -dijo-. Es como pedirle a un cardiólogo
que diagnostique cuándo se va a infartar un paciente tratado después de que lo
vio en una consulta."
Los médicos aclararon que a los pacientes del Servicio 30 se
les retira el DNI porque "lo pierden, se los roba otro paciente, se lo
comen o lo rompen". Si no tienen documento, se llama a la comisaría para
identificarlos. "No se los saca para que queden indocumentados, que sean
NN -dijo Jorge-. Son pacientes en una etapa aguda de la enfermedad."
Ahí, la mayoría de los profesionales son mujeres. Por lo
menos, de día. El trabajo no parece fácil. Una puerta de metal conduce al área
de internación, donde está la sala de contención. En un primer
salón, hay pacientes con familiares de visita. Otro deambula porque quiere
hablar con la doctora. Ella le pide que la espere "un poquito" porque
ve que está bien. Cuando se desocupa, él ya olvidó la pregunta. Le atrajo más
el movimiento en una de las mesas de familiares. Cuando LA NACION avanza hacia
el corredor y el segundo salón, al que dan las habitaciones, él se sumará al
recorrido. Más adelante, acompañará hasta la puerta, se despedirá con un beso y
se adelantará. "No, no... ella se va", le dice la doctora. Ahí,
recuerda su pregunta.
La visita de los abogados del OR trajo problemas en el
hospital. Además de lesiones, aumentan las dudas en los médicos más jóvenes
cuando tienen que tomar decisiones.
LA NACION intentó conocer la opinión de Alberto Trimboli,
que participa del OR en nombre de la AASM, pero el especialista, que también es
vicepresidente regional para América latina de la Federación Mundial para la
Salud Mental, derivó la consulta a Iglesias.
Para la AMM, el OR está teniendo "un accionar
equivocado". Su presidente, Jorge Gilardi, dijo que hubo reuniones
"de todo tipo" con autoridades ministeriales sobre la aplicabilidad
de la ley, incluido el OR. "Parece más un texto para un biblioteca de
títulos políticos que una norma para proteger a los pacientes -dijo-. Recorrí
el Borda y no vi una situación carcelaria, como dice el OR, sino un trato
respetuoso. En el Servicio 30 vi que se cumplen los protocolos médicos. Los
pacientes que llegan son neuropsiquiátricos agresivos, con muchos problemas. Es
fácil criticar sin conocer la realidad. Invitaría a los técnicos del OR a
presenciar cuatro o cinco guardias porque esa realidad no es la que se describe
desde un escritorio."
Lo acusó de sacar conclusiones prejuiciosas o tergiversadas.
"Ahora, estamos convencidos de la inutilidad de su funcionamiento",
lanzó.
Un vocero del Ministerio de Salud porteño respondió que
"todo lo actuado se giró a la Procuración" y que la Ciudad no adhiere
a la ley nacional de salud mental, sino que se rige por la ley 448 porteña.
El reclamo judicial de la AMM y la Ciudad apunta a artículos
de la norma nacional, como el 22, que le reconoce "a toda persona
internada involuntariamente" el derecho de designar un abogado o la
obligación del Estado de asignarle uno desde la internación. "Por ese
artículo se creó una unidad de letrados, un grupo de entre 20 y 40 abogados
jóvenes, sin experiencia en derecho y salud, que solicita externaciones
indiscriminadamente -explicó Mischanchuk-. Varios médicos documentaron que esas
solicitudes son perjudiciales para sus pacientes."
Especialistas que leyeron el informe del OR enviaron sus
comentarios a la AAP. LA NACION los recibió con una carta de posición. "No
puedo menos que asombrarme por lo ridículamente peligroso de todo el documento",
escribió Martín Puricelli, psiquiatra y médico legista. Propuso organizar un
debate público sobre "la ilógica consecuencia de considerar la TEC moderna
como una forma de tortura".
Eduardo Kalina, profesor titular del posgrado en adicciones
de la Universidad del Salvador, opinó: "Esta ley y la resolución sobre el
uso de la TEC son aberrantes. Parten de una lectura parcial de la práctica
psiquiátrica. Siento un prolongado malestar como argentino y profesional ante
tanta desconsideración por los que trabajamos en el campo de la
psiquiatría".
Para Alejandra Maddocks, fundadora de la Asociación
Metropolitana de Psiquiatría, "las políticas de salud mental deben ir
acompañadas del presupuesto correspondiente. Hay falta de recursos humanos, de
equipos interdisciplinarios y estas políticas desalientan al especialista, que
sigue respondiendo ante la ley. No hay acceso a la salud mental, no se cuidan
los derechos de las personas con trastornos mentales ni de los profesionales
del equipo de salud".
Humberto Mesones, ex presidente de la AAP, aseguró que
"pretender solucionar todos los casos en centros de atención primaria es
una utopía de gente que no sabe (en latín, nescius). Se dice que no hay nada
más peligroso que un necio con poder. Si tienen buena voluntad y son
hiperactivos, pueden cometer errores graves y perdurables".
Fuente: La Nación
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